Nuestro primer intercambio (segunda parte)

Nos despertamos algo tarde, lo justo y necesario para llegar al desayuno del hotel antes de que terminara la hora.

Entraba mucha luz por la puerta que daba al balcón. Empecé a desperezarme contorsionándome por la cama, arrimándome a Pedro y su notable erección, a la que muchas mañanas me tenía acostumbrada.

Le besé el pecho.

Con voz somnolienta le di los buenos días. Respondió de igual forma, estirándose exageradamente en la cama.

"Y buenos días a ti también" - dije cogiéndole el miembro por encima del pijama.

"¿Qué hora es?" preguntó

"Hora de correr si queremos desayunar... vamos."

Nos vestimos rápido y salimos de la habitación. Fuera estaban ya los carritos de la limpieza y las camareras repasando algunas habitaciones. Dejamos puesto el cartel en "no m*****ar" para que no limpiaran nuestra habitación. No era necesario, y no nos importaba si no hacían la cama.

El desayuno estaba bien, un buffet libre, con una calidad bastante alta.

Nos sentamos a la mesa con los platos llenos, zumo y café.

"¿Crees que alguno de estos nos escucharía anoche?" - me reí nada más plantear la pregunta.

Pedro miró por el comedor.

"Pues si había alguien abajo... seguramente, pero de todas formas tampoco sabrían a quién estaban escuchando."

"Pues es verdad." - Dije examinando a las diferentes mesas. "Ahora me da morbo pensar que nos pudieron escuchar."

Se hizo el silencio mientras empezábamos a desayunar. Lo rompió Pedro para preguntarme:

"Si tuvieras que elegir... los de qué mesa querrías que nos hubiera escuchado?"

Miré las mesas que tenía a la vista y me di la vuelta con poco disimulo para ver las que tenía a la espalda.

"Pues no se... no sabría decirte. ¿Y tú?"

Pedro se hizo el interesante por unos segundos.

"Aquellos" - dijo señalando a la única mesa en la que había una familia con hijos. Casi me atraganto. Pedro siempre me hace reír, es una de las cosas que más me gustan.

Dejamos el tema y seguimos desayunando. Habíamos reservado hora en el spa del hotel para la tarde, así que teníamos lo que quedaba de mañana libre.

Terminamos el desayuno y nos fuimos a dar una vuelta. El hotel estaba un tanto aislado. Había algún otro hotel y alguna casita a un lado y al otro de la carretera, y nos metimos por los caminos de la zona para movernos un poco en medio de la montaña.

Nos cruzamos a un hombre que corría por la montaña y a una chica joven, de unos 22-25 años que paseaba a su perro. Rubia, camiseta ajustada y unas mallas rosas que marcaban una bonita figura.

"Ehhh, que te la comes con la mirada" - le dije y le solté un codazo.

"Es muy guapa, mírala bien".

Nos dimos la vuelta porque ya había pasado de largo, ya estaba a unos cuantos metros, pero se apreciaba una cintura delgada pero que hacia curva con la cadera y un trasero bien puesto, más prominente que el mío. La verdad es que era deseable. Soy bisexual, Pedro lo sabe, y puedo decir sin riesgo a equivocarme que le encanta la idea, aunque hace mucho tiempo que no estoy con nadie que no sea mi marido.

Me giré hacia Pedro y le planté un beso.

"Vamos anda".

Seguimos caminando y después de un buen rato acabamos de nuevo en el hotel. Lo habíamos rodeado y veníamos por el lado opuesto al que nos fuimos.

Nos sentamos en las mesas de la terraza que había debajo del balcón de nuestra habitación y miramos para arriba. Después nos miramos el uno al otro y no hizo falta decirnos nada. Seguro, segurísimo, que si había alguien nos había escuchado y según como hasta visto.

La idea me excitó mucho y empecé a lubricar. En esos momentos se acercaba el camarero y le pedimos un par de cafés con leche.

Pasamos el resto del mediodía allí hablando de trivialidades mientras algunos huéspedes entraban y salían hasta la hora de comer. El restaurante estaba algo más lleno que el día anterior. Era sábado y había llegado algo más de gente.

Despues de comer nos fuimos a la habitación. Necesitábamos una ducha y dormir una buena siesta antes de ir al spa, y así lo hicimos.

Llegada la hora nos levantamos y Pedro se puso un bañador-short y yo me puse un bikini negro. Me miré al espejo, encantada de cómo me sienta este bikini, y a pesar de estar contenta con mi cuerpo, siempre me pasa por la cabeza cómo sería tener algo más de pecho. Pedro se asomó al baño mientras me miraba y me dio una sonora palmada en el culo, sabedor de lo que estaba pensando, pues muchas veces lo había compartido con él.

"Estás perfecta, vamos, que llegamos tarde".

Me giré y examiné a Pedro. Me encanta verle en bañador porque se le marca todo por debajo. Si alguno se lo pregunta, sí, las mujeres miramos, y mucho, el bulto.

Llegamos al spa, nos atendió la recepcionista y nos informó de que teníamos un pase de una hora. Al entrar comprobamos que era un spa reducido, pero completo. Un jacuzzi grande al fondo, sauna finlandesa y turca, ducha de contraste y asientos para relajarse.

Había dos parejas en el jacuzzi y otra en los asientos de relajación.

Nos metimos en el jacuzzi, saludando y siendo saludados. Todo el mundo era muy educado y hablaban sin levantar la voz. Nos fuimos a un par de sitios que tenían chorros al nivel de pantorrillas y lumbares, era muy agradable. Después de unos minutos cambiamos a otro lugar, el chorro salía desde el asiento. A los pocos segundos de estar ahí la pregunta evidente pasó por mi cabeza. Evidentemente me moví disimuladamente para ser estimulada por el chorro. Tengo que decir que era una gozada, pero cada poco me tenía que mover para apartarme porque daba realmente fuerte.

Pocos minutos después Pedro sugirió ir a la sauna finlandesa y acepté. La sauna tenía un cristal que daba directamente al jacuzzi.

Desde dentro vimos como una de las parejas del jacuzzi se iba y quedaba solamente la otra. Pasaron los minutos y ambos se movieron y se colocaron donde estábamos nosotros antes de salir. El calor empezaba a agobiarme un poco, así que volvimos al jacuzzi.

Al entrar volvimos a saludar y nos pusimos cerca de la pareja. Eran algo mayores que nosotros, rondarían los 45 años. Él me había mirado un par de veces con disimulo. Se notaba que se cuidaba. Por lo poco que había visto, tenía los abdominales en su sitio. Ella también estaba en forma y tenía un pecho que, sin ser lo que diríamos grande, era abundante. El bañador que llevaba la mujer revelaba unos pezones durísimos, fruto sin duda de estar jugando a lo mismo que yo con el chorro.

Susurré a Pedro que se fijara disimuladamente, y aunque lo vio, no creyó la motivación que yo le imputaba.

La miré a los ojos divertida y sonrió.

Tras unos segundos que me parecieron eternos, me acerqué con una confianza salida de la nada y le hablé en voz bajita.

"Da gustito, ¿eh?"

Me miró y solamente dijo "bufff..."

Hablamos unos minutos, me dijo su nombre, Ana, y me presentó a su marido, Luis. Entre tanto Pedro se acercó y nos presentamos también.

El temporizador de los chorros se acabó y antes de encenderlos Ana me miró picarona y me preguntó si quería probar yo. No objeté, evidentemente, y mientras Luis se estiraba para pulsar los botones que los activaban yo ya tomaba asiento. Pedro me miraba expectante, y yo le miraba como diciendo "¿ves? te lo dije".

Los chorros empezaron a salir y un delicioso "mmmm..." se me escapó mientras cerraba los ojos y levantaba la cabeza. Pedro estaba a mi izquierda, Ana a mi derecha y Luis junto a Ana.

Es difícil describir la excitación de estar siendo estimulada en público, aunque de forma totalmente discreta. Pedro entendió la situación y se juntó con Luis sin perder detalle. Alcancé a escuchar que Pedro le decía: "Cómo se lo están pasando...", quizá para tantear. Luis respondió con un rotundo "Ya te digo". En este momento me quedó claro que estábamos todos en sintonía.

Ana puso su mano en mi abdomen, bajo el agua, y me daba suaves caricias. Estaba claramente tanteándome. Los nervios me comían y la miré a los ojos. Por detrás suyo una de las parejas abandonaba el spa. Ana se giró hacia la puerta, comprobando que estaba todo tranquilo y volvió hacia mí.

Me besó tiernamente hasta tres veces.

"Uau..." - acerté a decir.

Miré a Pedro, mi amante eterno, buscando su aprobación. Respondió con un acusado "UAU".

Nos reímos los cuatro y Ana volvió a besarme de forma prolongada, esta vez deslizando su mano desde el abdomen a mi entrepierna. La situación era gloriosa, estaba que echaba humo.

¿Vamos a la sauna de vapor? - dijo Luis. Ana aceptó y nosotros les seguimos. De camino a ella vimos como la pareja que estaba al fondo pasaba hacia el jacuzzi.

Luis y Pedro tenían una evidente erección. No se si la pareja que nos cruzamos la vería, pero no me extrañaría. Luis se quitó el bañador con toda naturalidad, Ana se puso a su lado y empezó una lenta masturbación.

Por lo poco que se veía por el vapor, el pene de Luis era algo más pequeño que el de Pedro.

"No seas tímido" - dijo Luis a Pedro. Captando la indirecta mi marido se bajó el bañador hasta dejar libre su pene.

"Nada mal" - dijo Luis. Comprobé cómo Ana se lo comía con la mirada. Me miró y preguntó: "¿Puedo?". Asentí con la cabeza. Se acercó a Pedro y sin mediar palabra lo cogió palpando desde el glande hasta los testículos.

Luis ya se estaba vistiendo nuevamente propuso ir a su habitación.

La salida de la sauna fue cuanto menos divertida. Luis y Pedro se apresuraron hacia el colgador de los albornoces para ponérselos rápidamente y disimular tamañas erecciones.

Subimos en el ascensor, Luis magreaba a Ana, nosotros estábamos allí plantados, totalmente alucinados por lo rocambolesco de la situación.

Llegamos a su habitación, Ana cogía unas copas mientras Pedro sacaba y abría una botella de cava de la nevera. Nos tomamos una copa cada uno, de forma bastante apresurada, y Ana se desnudó para gusto de todos. Puedo decir sin miedo a equivocarme que tenía un tipazo espectacular. Luis fue el siguiente y Ana empezó a hacerle una felación con mucho esmero, dándonos la espalda.

Mirábamos embobados. Un par de minutos después reaccionamos, cuando Ana se levantó para dirigirse a Pedro, y mientras me cogía a mí de la mano. "¿Me la prestas?" Casi parecía que lo daba por hecho. Miré a Pedro, sin saber que decir, y levantó las manos como diciendo... "¡A mí no me mires!".

Me dejé llevar hacia Luis. Ana y yo nos arrodillamos delante de él y ella me acarició la cabeza, me apartó un poco el pelo y dijo "venga, todo para adentro".

Me metí una buena medida de su miembro en la boca, lo que pude. Aún siendo más pequeño que Pedro, no cabía entero. Avancé y retrocedí unas cuantas veces, Luis gemía con satisfacción y miraba a Ana. Por lo que hablé con Pedro más tarde, él estaba en ese momento masturbándose mientras contemplaba la escena.

Ana me arrebató el pene de Luis y me dijo "mira, así".

Que espectáculo. Engulló el pene entero en un solo movimiento, sacando la lengua por debajo. Sin duda aquí había mucha práctica. Cuando lo sacó estaba cubierto de saliva. Se giró para dirigirse a Pedro, que ya estaba desnudo: "ven aquí, ponte a su lado".

Se puso al lado de Luis, ya estaba desnudo y totalmente erecto. Sentí un orgullo tremendo al ver la diferencia de tamaño. No era exagerada, pero sí notable. Esta vez Ana no pidió permiso. Deslizó la lengua por el tronco de Pedro, de abajo hacia arriba, e introdujo el glande en su boca mirándole a los ojos. Pedro me miró. El hombre al que amo. Le lancé un beso, el puso sus manos sobre la cabeza de Ana, sin dejar de mirarme empezó a empujar hasta que su pene entró totalmente en su boca. Sobrepasado por la excitación gimió alto cuando recibió algo que yo nunca había podido darle.

Ambas nos dedicamos durante unos breves momentos a chupar y lamer hasta que nuevamente Ana tomó la iniciativa. Besó profundamente a Pedro y, arrastrándolo hasta la cama de la mano como oveja al matadero, se puso de rodillas encima.

Luis me levantó hábilmente y con una firme mano en mi culo me guiaba al lado de Ana. Las dos listas para recibir, fuimos penetradas por el marido de la otra.

La situación era tremendamente excitante, estaba ******** de lujuria, escuchando los gemidos de los cuatro y el golpear contra nuestras nalgas, cuando me vino como un relámpago un pensamiento y grité "¡¡¡hostia, para, para!!!"

"¡Hostias!" gritó Pedro también, cuando se dio cuenta.

Ana y Luis estaban ojipláticos.

"¡Que no tomo píldora, tiene que ser con condón!"

"Joder, que susto. Ven aquí, que yo te limpio" - dijo Ana.

Me sentó al borde de la cama, abrió mis piernas y empezó a lamerme con gran maestría. Muy destacable el grado de penetración con la lengua. Jugueteó dejando caer abundante saliva por toda mi vagina que resbalaba hasta caer al suelo. Cuando consideró que había terminado, sin dejar que me moviera, se puso encima de mí en posición de 69.

Tenía una vagina preciosa. A diferencia del mío, su clítoris estaba totalmente expuesto y era prominente. Lo situó en mi boca y lo lamí y sorbí entre mis labios con gran gusto. Hacía años que no tenía sexo con una mujer y un nuevo embate de calor me poseyó, haciéndome lubricar más, si cabe.

Como la experta que ya se notaba que era, encajó sus antebrazos en la parte posterior de mis rodillas, levantando ligeramente mi cadera. En esos momentos Pedro la penetraba, justo delante de mis ojos, mientras yo me deleitaba con aquel clitoris y gemía de placer.

Sin duda Ana y Luis tenían una dilatada experiencia, y seguro que había tenido a hombres más grandes que Pedro, pero doy fe de que sus gemidos eran de genuino placer.

"¿Cómo llevas el anal?" - Era Ana la que preguntaba mientras sostenía mi cadera subida tirando hacia atrás con sus codos.

"Le encanta" - Era Pedro el que respondía.

La abundante saliva y mis propios flujos resbalaban por mi ano, y entendí el grado de planificación de aquél "yo te limpio" tan abundante en saliva.

Me dejé llevar. Estoy convencida de que en el intervalo Luis había aplicado abundante lubricante en su pene. Siendo algo más pequeño que Pedro y tan abundantemente lubricado entró francamente bien. Con el típico "atras - alante" para que lubricara bien por dentro, pero como la seda.

Sólo faltaba Ana, que bajó su cabeza a mi clítoris mientras Luis me hacía el culo y Pedro la llenaba completamente.

El tiempo se detuvo. No puedo hablar por los demás, pero yo sentí plenitud, un estado alterado de conciencia. El tiempo empezó a pasar muy despacio en mi cabeza. Los latidos se notaban muy fuerte.

No se cuánto tiempo pasó, serían unos minutos pero parecieron muchos, los fuertes embates de Luis me sacaron del ensimismamiento, que aprovechaba una lubricación total para dar rienda suelta a sus empellones.

Pedro nos hizo saber que se iba a correr. Redobló, si cabe, sus esfuerzos por empalar a Ana. No en velocidad, sino en fuerza. Sus testículos rozaban mi nariz y golpeaban fuertemente aquella vulva abierta.

"¡Llénala!" - Exclamó Luis. Ana asintió con una serie de gemidos al ritmo del golpeo testicular que terminaron por precipitar la eyaculación de Pedro, que hizo una última penetración potentísima y se quedó inmóvil, exclamando con cada convulsión que su grueso miembro daba.

Superada por la situación un enorme orgasmo me sobrevino, forzando el pene de Luis a un contacto más estrecho todavía, consiguiendo también que se corriera dentro de mí.

Estando quietos, intentando normalizar la situación, Pedro empezó a retirarse muy lentamente de Ana, que temblaba con el roce al salir.

El semen de Pedro empezó a salir, Ana contraía sus músculos, favoreciendo la expulsión, y gentilmente lo fui recogiendo con mi lengua, saboreando aquella deliciosa mezcla de esperma y flujo.

Luis se retiró y Pedro aprovechó la ocasión, aún semi erecto, de situarse frente a Ana para experimentar una vez más aquella profunda felación.

Pasamos así unos minutos, mientras Luis miraba desde el sillón de la habitación.

Cuando todos nos dimos por satisfechos nos fuimos separando.

Luis y Pedro chocaron las manos, como amigos que se conocen de toda la vida.

Ana y yo nos besábamos, como amantes de largo tiempo.

"¿Quién tiene hambre, que dentro de nada es la hora de la cena?" - dijo Luis.

Esa noche fuimos cuatro a la mesa.
发布者 jahrx
1 年 前
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