Capítulo 1: Martini
Estoy boca arriba. Mis manos cruzadas y atadas detrás de mi espalda me dolían. Pero me mantengo quieto y en silencio. No veo nada, solo escucho los tacones de mi ama.
Salió del vestidor y camino hasta la mesa que sirve de bar dentro de la habitación. Se aseguro de pasar lo suficientemente cerca de mi para que yo pudiera oler su perfume. No sé que viste, pero por las pisadas reconozco los tacones altos con suela roja brillante. Escucho los como se prepara un coctel, le gusta el martini seco. Camina hasta que esta frente de mi. Yo estoy completamente desnudo, solamente una pañoleta de seda cubre mis ojos.
Querido, dice, entre sorbos a la bebida, se me ha antojado bajar al bar, volveré más tarde. Yo siento que un calor de furia recorre mi cuerpo desde estomago y me sube hasta la frente. Quiero decirle que habíamos quedado no salir con nadie más hasta que lo platicáramos un poco más, pero por otro lado no podría estar seguro si ella pretendía salir con alguien más o solo bajaría al bar. Si yo protestaba podía llevarme un fuerte castigo, así que el calor de mi cuerpo y el dolor de mis muñecas fue una protesta muda que ella percibio inmediatemente como cuando un lobo huele a un borrego herido.
!Ay, querido! No estarás celoso ¿verdad? dijo socarronamente, su perfume inundaba mi nariz y debajo de su perfume basado en orquidias, almizcle y cerezas yo alcanzaba a reconocer el de su hermoso sexo, esa flor embriagante que me exitaba y me hacíar arrojarme a sus pies pidiendo un poco de su miel. Unas gotas de martini frío cayeron sobre mi frente, entendí que estaba vaciando un poco de su bebida en mi.
Tenía tantas preguntas pero ninguna podía hacerla, el juego dictaba que no podía hablar, si lo hacia ella podría castigarme de la forma que quisiera. Estaba a punto de quejarme y romper el juego cuando sentí un beso húmedo en la frente, sobre el martini.
Bebe, me digo con una voz maternal, sin despegar sus labios de mi frente y colocaba su bebida en mi pecho. Solo bajaré a tomar un par de copas y regresaré a jugar contigo. Se incorporo y dejo su aroma inundando todos mis sentidos, mi pene parecía que iba explotar y la base fría de su copa me oprimía el pecho. La escuche alejarse sin levantar la bebida, abrió la puerta y giró hacia mi. No derrames mi martini, amor, cerró la puerta y escuche el golpeteo de sus tacones por el pasillo.
Mis mano se encontraban adormecidas así que pensé que sería fácil no tirar la copa y esperar a que Mónica volviera. Pero me equivoqué. No solo fue difícil, fue imposible. No pude controlar el temblor de mis brazos, el dolor de las muñecas por falta de irrigación, asi que tiré la copa y, junto con la impotencia de saber que estaba haciendo mi esposa, giré de costado para aliviar el dolor y me solté llorando como un niño.
Sabía lo que pasaría cuando llegará y no me gustaba, estaba dispuesto a acabar este estupido juego de ama y esclavo y volver a nuestra vida normal, tan pronto llegara Mónica terminaría esta situación.
Por lo menos era mi determinación, pero otra vez me equivocaría. Recibí una terrible paliza y humillación que mi llanto actual sería como un lloriqueo sin sentido.
Habrían pasado unas dos horas, aunque no podía ver el reloj de la pared de la sala, imaginé que ese tiempo habría pasado, cuando escuche los tacones altos y negros con suela roja de Mónica, pero para mi sorpresa escuchaba un eco, un par de pisadas, pensé que un hombre la acompañaba pero distinguí que eran también otro par de zapatos altos.
Una mezcla de exitación y terror se apodero de mi, intente colocarme en la posición original pero que de lado, esperaba que la puerta se abríera pero se pararon frente a la puerta. En silencio, eso parecía, hasta que escuche suaves gemidos, roces, movimientos en el mismo lugar, se estan besando, pense, mi pene volvió a ponerse duro y el calor inundó mi cuerpo de nuevo.
Lo que pasaría el resto de la noche fue un descenso al infierno del deseo, la humillación y el dolor del cual no podría recuperarme nunca más, pasamos de pequeños juegos sexuales, mascadas de seda y castigos con fustas falsas al mundo de sadomasoquismo más duro gracias a la invitada de Mónica, una mujer hermosa y cruel que fue la perfecta maestra para mi esposa en este nuevo camino donde yo era el piso que sobre el cual su placer se deslizaría de ahora en adelante.
Siguiente capitulo: La maestra.
Salió del vestidor y camino hasta la mesa que sirve de bar dentro de la habitación. Se aseguro de pasar lo suficientemente cerca de mi para que yo pudiera oler su perfume. No sé que viste, pero por las pisadas reconozco los tacones altos con suela roja brillante. Escucho los como se prepara un coctel, le gusta el martini seco. Camina hasta que esta frente de mi. Yo estoy completamente desnudo, solamente una pañoleta de seda cubre mis ojos.
Querido, dice, entre sorbos a la bebida, se me ha antojado bajar al bar, volveré más tarde. Yo siento que un calor de furia recorre mi cuerpo desde estomago y me sube hasta la frente. Quiero decirle que habíamos quedado no salir con nadie más hasta que lo platicáramos un poco más, pero por otro lado no podría estar seguro si ella pretendía salir con alguien más o solo bajaría al bar. Si yo protestaba podía llevarme un fuerte castigo, así que el calor de mi cuerpo y el dolor de mis muñecas fue una protesta muda que ella percibio inmediatemente como cuando un lobo huele a un borrego herido.
!Ay, querido! No estarás celoso ¿verdad? dijo socarronamente, su perfume inundaba mi nariz y debajo de su perfume basado en orquidias, almizcle y cerezas yo alcanzaba a reconocer el de su hermoso sexo, esa flor embriagante que me exitaba y me hacíar arrojarme a sus pies pidiendo un poco de su miel. Unas gotas de martini frío cayeron sobre mi frente, entendí que estaba vaciando un poco de su bebida en mi.
Tenía tantas preguntas pero ninguna podía hacerla, el juego dictaba que no podía hablar, si lo hacia ella podría castigarme de la forma que quisiera. Estaba a punto de quejarme y romper el juego cuando sentí un beso húmedo en la frente, sobre el martini.
Bebe, me digo con una voz maternal, sin despegar sus labios de mi frente y colocaba su bebida en mi pecho. Solo bajaré a tomar un par de copas y regresaré a jugar contigo. Se incorporo y dejo su aroma inundando todos mis sentidos, mi pene parecía que iba explotar y la base fría de su copa me oprimía el pecho. La escuche alejarse sin levantar la bebida, abrió la puerta y giró hacia mi. No derrames mi martini, amor, cerró la puerta y escuche el golpeteo de sus tacones por el pasillo.
Mis mano se encontraban adormecidas así que pensé que sería fácil no tirar la copa y esperar a que Mónica volviera. Pero me equivoqué. No solo fue difícil, fue imposible. No pude controlar el temblor de mis brazos, el dolor de las muñecas por falta de irrigación, asi que tiré la copa y, junto con la impotencia de saber que estaba haciendo mi esposa, giré de costado para aliviar el dolor y me solté llorando como un niño.
Sabía lo que pasaría cuando llegará y no me gustaba, estaba dispuesto a acabar este estupido juego de ama y esclavo y volver a nuestra vida normal, tan pronto llegara Mónica terminaría esta situación.
Por lo menos era mi determinación, pero otra vez me equivocaría. Recibí una terrible paliza y humillación que mi llanto actual sería como un lloriqueo sin sentido.
Habrían pasado unas dos horas, aunque no podía ver el reloj de la pared de la sala, imaginé que ese tiempo habría pasado, cuando escuche los tacones altos y negros con suela roja de Mónica, pero para mi sorpresa escuchaba un eco, un par de pisadas, pensé que un hombre la acompañaba pero distinguí que eran también otro par de zapatos altos.
Una mezcla de exitación y terror se apodero de mi, intente colocarme en la posición original pero que de lado, esperaba que la puerta se abríera pero se pararon frente a la puerta. En silencio, eso parecía, hasta que escuche suaves gemidos, roces, movimientos en el mismo lugar, se estan besando, pense, mi pene volvió a ponerse duro y el calor inundó mi cuerpo de nuevo.
Lo que pasaría el resto de la noche fue un descenso al infierno del deseo, la humillación y el dolor del cual no podría recuperarme nunca más, pasamos de pequeños juegos sexuales, mascadas de seda y castigos con fustas falsas al mundo de sadomasoquismo más duro gracias a la invitada de Mónica, una mujer hermosa y cruel que fue la perfecta maestra para mi esposa en este nuevo camino donde yo era el piso que sobre el cual su placer se deslizaría de ahora en adelante.
Siguiente capitulo: La maestra.
3 年 前